Este manto fue una ofrenda de esperanza, realizada por la villenense Antoñita Ríos, como promesa de gratitud hacia Nuestra Madre al pasar por un proceso de difícil enfermedad. Al principio Antoñita barajó la posibilidad de realizar una toca o un nuevo cinturón. Pero al final decidió ofrendar un nuevo manto al cual denominaría de las “Mil Gracias”. Tras contar con la colaboración de la Junta de la Virgen y sacar los patrones de Las Trinitarias, viajó a Valencia para adquirir la tela. Le agradó el color verde litúrgico, a lo que añadió tela de organza para la toca, puntillas doradas y blancas, flecos y cordones dorados, diferentes entretelas, forro e hilo de oro.
Para el diseño contó con la colaboración de José Navarro Ferrero e Isidro Gosálbez Ríos, alcanzando un bello y elegante conjunto. A partir de ahí, se puso manos a la obra en una labor casi diaria, de más de dos años y medio de trabajo.
Bordado íntegramente en hilo de oro al realce y matizado. Los encajes del pectoral y las mangas, están rematados con fleco de canutillo de oro, y algunos de los motivos, están completados con cabujones de cristal en distintos colores.
El manto de las mil gracias posee un color verde resaltado que se adapta perfectamente a los traslados en Romería, ya que se suele manchar menos por la alábega. Dicho color se utiliza en tiempo ordinario, un periodo que no coincide ni con la Pascua y su Cuaresma, ni con la Navidad y su Adviento. Litúrgicamente seria definido como “el tiempo en que Cristo se hace presente y guía a su Iglesia por los caminos del mundo", siendo usado, en ese periodo, en los oficios religiosos, representando el símbolo de la esperanza, cuando todo florece, reverdece y se renueva. En definitiva se trata de un manto original, cuyo color no tenía precedentes hasta ese momento en los dedicados a Nuestra Patrona, y que produce un efecto acertado de contraste de luz y color sobre la Sagrada Imagen.
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