EL SANTUARIO AYER, HOY Y MAÑANA
Me resulta un poco penoso tener que comenzar este, nuestro encuentro, en la Revista de Fiestas 1975 con una nota de tristeza. De tristeza por la demolición de parte considerable del Santuario, si bien, para todos los hijos de Villena, la demolición supone, más bien, como el comienzo de una nueva etapa, de verdadera vida. De tristeza, porque el derrumbar es morir, extinguir sobre la tierra una parte considerable del Santuario, quizá la primitiva construcción, por los pocos restos encontrados, de aquel cenobio de Agustinos que en dos distintas épocas y de distintas provincias fueron luz brillante en los pretéritos siglos para nuestros antepasados. Padres Agustinos, singulares figuras de religiosos, ardientes en la fe, valientes en los sentimientos, firmes en lo que consideraban deber y derecho.
La Providencia hizo que viniese al Santuario uno de los períodos más difíciles y más complejos de su existencia. Fue, y sin duda alguna objeto de ataques violentos y de un trato que hirió con asombro doloroso a los buenos y amantes hijos de la Morenica, y que no perdonó ni a recinto sagrado ni a su Santa Imagen.
La historia, calmadas las pasiones y apagados los ecos de las suscitadas polémi¬cas, sabrá dar sobre ellos un juicio más plenamente equilibrado y objetivo, y al Santuario —en cuestión— el puesto que le corresponde.
Y en verdad que ya vemos resurgir el hoy cuando tratamos de darnos cuenta de la espiritualidad que respiramos en tan sagrado recinto; que ahora ya va penetrando en cierto modo en nuestra alma, percatándonos de que él «EL SANTUARIO» se impone como una gran exigencia; la Señora reclama desde allí no solamente una reflexión y algún acto religioso, acompañado por una cierta actitud de humildad penitencial —como los actos efectuados en el pasado año— romerías del Mes de Mayo preparadas por la Junta de la Virgen, romerías obligadas de los días del Voto y Esclavitud, romerías gitanas, sino que exige mucho más.
Yo, como Capellán, que tengo la responsabilidad general del culto y devoción a Nuestra Señora de las Virtudes, me siento muy feliz por haber hecho posible la restauración de la Capilla y de haber allanado, por así decirlo, los caminos a la muchedumbre de sencillos fieles; pero, una vez más, debo de llamar la atención —desde la atalaya de esta Revista— sobre el estado actual del Santuario totalmente en ruinas, pero que gracias al impulso generoso y ardiante del Sr. Alcalde, M. I. Don José García Galbis, están en marcha los proyectos ambiciosos para su total reconstrucción.
En su cumplimiento interior: Construcción de un conjunto de dependencias capaces para ser habitadas por una Comunidad de Religiosas, integrada por la Madre Superiora y ocho hermanas, cuyo conjunto de dependencias puede quedar así: ocho celdas-dormitorio, cuarto de baño, sala de trabajo, sala de estar, despacho para la Madre Superiora, sala de visitas, refectorio, cocina, despensa, cuarto trastero, lavadero y ropero amplios, patio-jardín al monte. Un apartamento para el Sr. Cura Párroco-Capellán, con la suficiente amplitud para permitirle alojar algún huésped. Dependencias para despacho y archivo parroquiales, a ser posible contiguas a la Iglesia. Adecuación de los locales que constituyen la cripta del camarín para la instalación de un museo de la Virgen. Un inmediato arreglo y embellecimiento de fachada, claustros y patio. Restauración completa del CAMARIN.
En su exterior: Construcción de catorce apartamentos, unos de tres y otros de cuatro dormitorios, comedor-sala de estar, cocina y servicios correspondientes. Unas viviendas para el conserje, guarda o encargado de la custodia del Santuario y sus alrededores. Un salón capaz para quinientas personas y dotado de divisiones para convertirlo en varias salas, a comodidad, con las correspondiente cocina, despensas, armarios y barra-bar para actos religiosos, culturales, políticos, reuniones de comparsas, etc. etc... y celebración de bodas, bautizos, comuniones y actos análogos. Acondicionamiento del «parador», para romerías y actos festeros.
Todo ello, en un bello conjunto, hará del Santuario un futuro mejor que nos arrastre a una auténtica devoción a María en su advocación de Nuestra Señora de Las Virtudes, que requiera de nosotros la conversión rectificadora de la concepción ideológica, la dirección, la conducta de nuestra vida; conversión que deberá corregir nuestra mentalidad profana, exteriorizada, sensual, egoísta; reconstruir y hacer operante la lógica de nuestra devoción a María y por ende la lógica de nuestro bautismo y de nuestro cristianismo. Conversión que plasme corazón y conducta, nos preserve de recaídas y nos haga verdaderamente buena, honesta, pura, generosa y perseverante nuestra conducta. Y por último, devoción y conversión que nos infunda el sentido de la solidaridad hacia los demás, especialmente hacia los que siempre tienen necesidad de ayuda y de bondad.
MÁXIMO FERNÁNDEZ CALDERON - Párroco de Las Virtudes
Extraído de la Revista Villena de 1975
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